Hechos 6
Queridos
jóvenes y amigos,
Disculpe
por favor la demora en volver a escribirles.
Normalmente trato de escribir estos estudios el domingo temprano en la mañana,
y la semana pasada tuvimos visita de una familia del norte de California. Esta semana fuimos a visitar los santos en la
asamblea de Ensenada, México, que esta como cuatro horas de nuestra casa. Ellos solo eran cuatro, y estaban muy
contentos de recibir visita (normalmente hay unos cuantos mas, pero faltaban
varios). Al regresar a casa, tuvimos
que desviar de la carretera por muchos incendios que hay aquí en el sur de
California. Hoy escuché que más que mil
casas han sido quemadas y treinta mil están amenazados. Trece personas han fallecido en las
llamas. Debemos orar por los “de la familia
de fe” que han perdido casas y los que están en peligro de perder, y además que
el Señor use estos desastres para advertir almas perdidas del peligro de otro
fuego mas terrible. Eso es, el fuego
eterno para los que rechacen a Cristo como salvador.
En nuestro
capitulo seis de los Hechos, vemos que otra vez había un desacuerdo en la asamblea que tenia que ver con dinero y su
distribución. Había dos clases de judíos,
y había entre ellos cierta antipatía.
Estos dos grupos eran judíos nacidos en la tierra de Israel y habitando allí,
y judíos nacidos en otros países, pero también habitando en Israel. Fue este segundo grupo que se pensaba maltratado
en cuanto a sus viudas. No creo que sea tan difícil por nosotros ver
semejantes cosas entre nosotros hoy en día.
Somos diferentes todos, por muchos razones; sea por lugar donde nacimos,
por color de piel, por idioma, por nuestra situación económica, todas estas
cosas NO DEBEN dividirnos en las asamblea, porque somos uno en Cristo. Cada creyente es miembro del cuerpo de
Cristo, y Dios no hace acepción de personas.
Pero a la verdad, es muy posible que nosotros caigamos en la misma
trampa que estos judíos (que realmente ya no eran judíos sino Cristianos).
Desgraciadamente nosotros somos muy culpables a veces de hacer acepción
de personas.
El Señor dio
sabiduría a los apóstoles para resolver el discuto. Los siete que ellos eligieron eran hermanos
de la misma raza; o sea, que ellos todos nacieron en tierras ajenas. Eso sabemos por sus nombres, que eran nombres
Griegos. Nombramos a estos hombres
“diáconos”. Ellos se ejercitaban para
proveer de cosas comunes, de esta vida.
Hay necesidad en la asamblea para diáconos. Hay necesidad de alguien hacer limpieza en el
local, o quizás construcción de algo para la necesidad de la asamblea. Puede haber necesidad de llevar dinero o
ayuda a una viuda, como en este capitulo de Hechos. Todas estas cosas forman parte de la obra de
un diacono. ¿Una hermana puede hacer
esta obra? Vemos en Romanos 16 este versículo “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la
cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea;” Por eso concluimos que si, una hermana puede
ser diaconisa.
Es
posible que un diacono puede sobresalir a otro trabajo para el Señor? Bueno, dice 1
Timoteo 3:13 “Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado
honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.” Creo que vemos el ejemplo en Esteban. Primero servia a la asamblea como diacono,
pero llegó a tener un trabajo muy especial.
Si el Señor quiere, la semana que viene veremos como este hombre Esteban
fue usado maravillosamente.
Su
hermano en Cristo, Felipe Fournier