Hechos 3
Queridos jóvenes y amigos,
Aquí en el capitulo tres de Hechos, nosotros vemos la
maravilla de la gracia de Dios, algo que nosotros a la verdad muy poco
entendemos. Tenemos la historia de un
mendigo, cojo, restaurado a toda sanidad por la palabra de Pedro, y el
resultado de la predicación tan eficaz de Pedro. En verdad, si la nación hubiera estado en
buena condición delante de Dios, no hubiera habido ningún mendigo en la nación.
¿Para que continuaren haciendo milagros y prodigios delante de una nación que
ya vio todo lo que Cristo mismo hizo, y rechazaron el testimonio? ¡Solo la gracia de Dios haría tal cosa! ¿Recordamos
la historia de la viña en Mateo 21? “Cuando venga,
pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? Le
dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros
labradores, que le paguen el fruto a su tiempo”
Esta era la contestación de ellos mismos, los lideres de los judíos “a
los malos destruirá”. ¡Pero que
maravilla para nosotros observar cuan lento es nuestro Dios para ejecutar
destrucción o juicio! Aquí todavía no
vemos nada de juicio, sino más bien misericordia a la nación tan culpable.
Vemos otra cosa interesante aquí, y esto es Pedro
mismo. Note los versos 13 y 14 “El Dios
de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a
su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo...”
Quiero que notemos bien la palabra “negasteis”.
¿Que era lo que Pedro hizo con toda su confianza en la carne? Negó al Señor Jesús con palabras de
maldición, después de ser advertido por el mismo Señor de su flaqueza. ¿Cómo puede entonces usar esta palabra para
redargüir a los mismos Judíos? Bueno, yo creo que vemos aquí su restauración
total. Pedro había sido restaurado ambos
privadamente con el Señor Jesús (Lucas 24:34) y públicamente (Juan 21). Quizás hoy en día nosotros hubiéramos dicho
que no debe ya ministrar la palabra Pedro, habiendo caído tan gravemente. Pero no debemos dudar las maravillas que Dios
puede hacer en las vidas de los suyos, aunque caigamos en semejante partida de
nuestro Señor, y quizás por las mismas razones de confianza en nosotros mismos
y falta de escuchar las advertencias.
La semana que viene, Dios mediante, celebra las
conferencias en Tijuana, México. Espero
asistir con mi familia y algunos jóvenes de la asamblea de Phoenix,
Arizona. Estoy seguro que los hermanos
en Tijuana estarán muy agradecidos de sus oraciones por ellos. Su hermano solo por gracia, Felipe Fournier