Tomás, discípulo y apóstol
Léase por favor Juan 11:16, Juan 14:5-6, Juan 20:24-29
Queridos jóvenes y amigos,
Pensamos con la ayuda del Señor meditar algo sobre los otros discípulos,
menos de Pedro de quien hemos escrito varios estudios. Se nota que en el evangelio de Juan, aunque
escrito por el discípulo bien conocido, nos da algo sobre los discípulos menos
notables. Varias veces en los evangelios
notamos los tres discípulos principales, Pedro, Juan, y Jacobo, juntos con el
Señor, por ejemplo en el monte de la transfiguración y en el jardín de Gethsemaní. Pero
vamos a empezar nuestro estudio con uno de los discípulos de los cuales sabemos
muy poco, Tomás. Solo se menciona cuando
se da la lista de los doce discípulos, tres ocasiones cuando se escucha sus
palabras en las escrituras, y la ocasión en Juan 21 cuando fue a pescar con
Pedro. Las tres citas arriba son las
tres ocasiones cuando Tomás habló algo que fue grabado en la Biblia.
Tomás tenia otro nombre; “Tomás, el que se dice el Dídimo”, algo que parece
muy común en el mundo latino, y también algo común aquí en los EU, que uno
tiene un apodo. Según lo que entiendo
el “Dídimo” significa mellizo. Acaso
Tomás tenia un hermano mellizo y por eso le llamaron así. Pero normalmente cuando pensamos de Tomás,
pensamos de los versículos en Juan 20 donde habla de sus dudas acerca de la
resurrección del Señor Jesús. O también,
como leemos en Juan 14, Tomás dijo “Señor, no sabemos á dónde vas: ¿cómo, pues,
podemos saber el camino?” Acaso somos
“mellizos” pues nos damos cuenta de que somos también “creyentes incrédulos”.
Pero en Juan 11
vemos otra escena, algo en que debemos imitar a Tomás. Habían llegado algunos mensajeros con
noticias de la enfermedad de Lázaro.
Jesús, aunque quedó dos días en el mismo sitio, por fin dijo “Vamos á
Judea otra vez.” Los otros discípulos
dijeron que era de mucho peligro, pues intentaron los judíos de Judea
apedrearle a Jesús en aquel sitio, y entonces “¿y otra vez vas allá?” Jesús entonces explicó de la muerte de
Lázaro y como el iba a ir para “despertarle del sueño.” Sobresalió Tomás en esta ocasión con
palabras fieles y animosos. “Dijo
entonces Tomás, el que se dice el Dídimo, á sus condiscípulos: Vamos también
nosotros, para que muramos con él.” Como
hemos notado antes, Pedro dijo palabras jactándose que estaba listo para morir
por el Señor Jesús, y fue corregido por el Señor diciendo que no era así. Pero yo creo que Tomás aquí en su sinceridad
dijo palabras de certeza, y que en verdad hubiera muerto apedreado con el Señor
si fuera necesario. ¿Es así con
nosotros? Si no estamos listos para
morir por el Señor, ¿estamos listos por lo menos de vivir por el?
Y ahora,
consideramos el caso de las dudas de Tomás, expresadas en palabras muy fuertes
en Juan 20. “Y él les dijo: Si no viere
en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los
clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.” Eran palabras duras e incrédulas, palabras
tristes sin duda a sus condiscípulos que con alegría habían expresado su gozo
de haber visto al Señor Jesús, resucitado de entre los muertos. Pienso que ellos en la semana después
hablaron con ternura con este discípulo tan terco, pues en ocho días, allí
estaba con ellos. No es fácil continuar
rogando a nuestros hermanos cuando a veces se expresen en forma así tan
dura. Quizás se nos ocurre “sacudir los
pies” pero los discípulos no hicieron eso.
Sea como sea, allí estaba Tomás con ellos después cuando el Señor les
apareció. Y, ¡con que palabra de
ternura Jesús habló con Tomás, sabiendo todo!
“Luego dice á Tomás: Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu
mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel.” ¿Y la respuesta del hombre terco e incrédulo? “Entonces Tomás respondió, y díjole: ¡Señor mío,
y Dios mío!”
Así este
discípulo, devoto al Señor pero hombre de poca fe, ocasionaba las palabras tan
amadas del Señor Jesús, primeramente en Juan 14:6 “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida:
nadie viene al Padre, sino por mí” y después en Juan 20 “Porque me has visto,
Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron.” Nosotros, hombres de poca fe como somos, nos
encontramos en esta bendición, siendo los que no vimos, pero por la gracia de
Dios, hemos creído.
Su hermano solo
por gracia, Felipe Fournier