La fiesta de siete semanas, el Espíritu de Dios descendiendo
Léase por favor Levítico 23:15-21, Hechos 2
Queridos jóvenes y amigos,
La semana pasada fuimos a visitar nuestros hermanos de Mexicali, y por eso
no les escribí un estudio. Esta semana
seguiremos con la fiesta de siete semanas, que en el nuevo testamento se llama
la fiesta de Pentecostés. Es interesante
notar que esta palabra “Pentecostés” es una palabra griega que quiere decir
“cincuenta” y solo se encuentra en el nuevo testamento.
“Hasta
el siguiente día del sábado séptimo contaréis cincuenta días; entonces
ofreceréis nuevo presente a Jehová.” Hay
que notar bien la palabra “nueva”. Es de
suma importancia recordar que la venida del Espíritu Santo en el día de
Pentecostés era una de las cosas que marcaron el Cristianismo como cosa
nueva. Pero si vemos alrededor de
nosotros, de una vez nos damos cuenta de la verdad de lo que dijo Cristo “Y
ninguno que bebiere del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es
mejor.” Lucas 5:39 Los cristianos de hoy en día se gozan en su música, sus vitrales, sus vestidos, y sus
ritos. Es el vino viejo, y no el nuevo,
pero muestra una falta de entender que el “nuevo presente” de Levítico 23 y el
Espíritu descendido en Hechos 2 marca algo totalmente nuevo. No es una extensión de judaísmo, y el
continuar en estas cosas realmente no agrada a Dios.
“De
vuestras habitaciones traeréis dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos
décimas de flor de harina, cocidos con levadura, por primicias á Jehová.” Hay dos cosas de mucho interés en este
versículo. Primeramente, eran dos panes. Creo que nos da a entender lo que Dios iba a
hacer en el día de Pentecostés, aunque no se dieron cuenta hasta Hechos 10 lo
que era. Leemos de esto en Efesios 2:14
“Porque él es nuestra paz, que de ambos hizo uno, derribando la pared
intermedia de separación.” La palabra
aquí “ambos” refiere a Judíos y Gentiles, separados por la pared del antiguo
testamento, pero derribado en Cristo, que de dos cosas, hizo una sola cosa, que
es la Iglesia. Así que nosotros no
tenemos dos panes en la mesa cuando recordamos al Señor en su muerte, sino un
pan, hablando de todo creyente en el mundo, hechos parte de una sola iglesia. Además notamos que en esta fiesta, era panes
cocidos ¡con levadura! ¿Qué quiere decir
esto? Bueno, quiere decir que hay en los
que ofrecieron pecado, pues aquí los panes no hablan de Cristo, sino de
nosotros.
Hay
los que enseñan que poco a poco la levadura, o sea el pecado, se va quitando
del creyente hasta que se encuentra en perfección. Pero esto es una decepción sumamente grande,
pues no es cierto ni es apoyado en la escritura tal enseñanza. Pero es bueno ver que en la misma fiesta se
encuentra el remedio “Y ofreceréis con el pan siete corderos de un año sin defecto,
y un becerro de la vacada y dos carneros: serán holocausto á Jehová, con su
presente y sus libaciones; ofrenda encendida de suave olor á Jehová. Ofreceréis además un macho de cabrío por
expiación; y dos corderos de un año en sacrificio de paces.” Es cierto que somos adoradores con levadura
cuando venimos a recordar al Señor en su muerte, pero que bueno que Cristo
siempre es “suave olor” a Jehová. No es
para meditar en nuestra condición que llegamos el primer día de la semana, sino
para meditar, cantar, y adorar sobre las glorias de Aquel Jesús, que es olor
suave a nosotros y a Dios.
No
hacemos excusa por nuestros pecados, pues vemos también que los panes eran
hechos con “flor de harina” que nos habla de la vida de Cristo, y esta vida era
sin pecado. Así que nosotros tenemos dos
naturalezas, una que es la vida de Cristo, y otra que recibimos por herencia de
nuestros padres Adán y Eva, naturaleza pecaminosa. Tenemos la responsabilidad de caminar en la
nueva, y el Espíritu de Dios, que mora en nosotros, nos da la fuerza de
hacerlo.
Para
leer más sobre el Espíritu que descendió en el día de Pentecostés, puedan leer
tres estudios en la página https://philsautoteacher.tripod.com/id25.html
sobre Hechos capitulo 2.
Su
hermano solo por gracia, Felipe Fournier