Los compañeros de Daniel, parte 2
Léase por favor Daniel 3
Queridos jóvenes y amigos,
“¿Y qué dios será aquel que os libre de mis manos? “ Así dijo Nabucodonosor, rey sobre todo el
mundo conocido en aquel entonces. No
dudo que los tres jóvenes temblaron al estar ante el rey con una amenaza tan
terrible. Pero notamos su respuesta “no
cuidamos de responderte sobre este negocio. He aquí nuestro Dios á quien
honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh
rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco honraremos la estatua que has
levantado.” Pienso que es difícil por
nosotros entender cuan atrevidos fueron estas palabras, dichas por uno cautivos
de Judá al rey mas poderoso en todo el mundo.
¡Nadie, pero nadie contradecía a aquel rey!
Para mi la maravilla de su respuesta esta en su confianza, todo en contra
lo que dijo el rey “¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? “ Ellos podían decir “nuestro Dios…de tu mano, oh rey, nos librará.”
De eso ellos estaban totalmente seguros, que pasa lo que pasa, este rey
Nabucodonosor no los podía tocar. No
hablaron aquí del escape del horno de fuego, pues de eso dijeron “si no…”
dándonos a entender que no estaban seguros que Dios les iba a librar del horno. Sabían que Dios podía librarlos, pero si o no, no iban a deshonrar a Dios por
adorar a un ídolo. Pero en cuanto la
mano del rey que no los podía tocar, hablaron de su fe en Dios, Jehová Dios de
Israel, a quien honraron, y de su destino eternal. ¿Se da cuenta, amado amigo, como estos pobres
Judíos estaban en mejores condiciones que el rey mismo? ¿Y cual era la diferencia entre los dos? El rey, con toda la riqueza, todo el poder,
todo el honor, se nota que los cautivos de Judá estaban diciendo que estaban en
mejores circunstancias que el mismo, lo que a el le enfurecía. No podía aguantar el pensamiento que en el
mundo hubiese alguien tan atrevido de decir que estaba mas allá que su alcance.
Me hace pensar de las palabras del apóstol Pablo en Hechos 26: 29 “Y Pablo
dijo: ¡Pluguiese á Dios que por poco ó por mucho, no solamente tú, mas también
todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas
prisiones!” El pobre prisionero, en la
presencia de hombres ricos y poderosos, pronuncia las palabras “¡ojala que
ustedes tuviesen lo que yo tengo!”
Alguien quizás hubiera dicho “Pablo, ¿de que hablas? ¡Tú no tienes nada!” Ahh, pero si, como
los cautivos de Judá, aparentemente mas pobre que todos, el tenia todo. El rey dice “¿que dios será aquel que os
libre de mis manos? “ Y los jóvenes
contestan “nosotros conocemos aquel Dios, que tú desconoces.”
El rey no iba a aguantar más su osadía y mandó calentar el horno siete
veces mas que lo normal. “Y estos tres varones, Sadrach,
Mesach, y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.” ¿Qué fue el resultado? “Respondió él y dijo: He aquí que yo veo
cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego, y ningún daño hay en
ellos: y el parecer del cuarto es semejante á hijo de los dioses.” El poder del incendio solo podía soltarles
de sus ataduras y ponerles en la presencia del “hijo de los dioses” (según
Nabucodonosor) y no dudamos que era el mismo Señor Jesucristo que caminaba con
ellos en aquel momento.
¿Podemos decir que la presencia del Señor en medio de la prueba era mejor
que hubiera sido ser librado de la prueba?
¿Qué hubieran dicho los tres
compañeros de Daniel? Pienso yo que
hubieran dicho “para nada hubiéramos evitado esta experiencia, tan horrible que
parecía antes.” Que sea así en nuestras
vidas, tal que no solo aguantamos las pruebas que Dios nos envía, sino que
regocijemos en conocer el consuelo y bendición del Señor a través de la prueba.
Su hermano solo por gracia, Felipe Fournier