Pedro y su
ministerio a los extranjeros esparcidos, continuado
Léase por
favor 1 Pedro 1:24, 25, 1 Pedro 2
Queridos
jovenes y amigos,
Continuando con
el tema de la semana pasada, el ministerio de Pedro a los judíos convertidos
que vivían afuera de la tierra de Israel, recordamos la situación de ellos;
rechazados por los gentiles por ser judíos, y ahora rechazados por los judíos
por haber creído en Cristo, su vida era difícil en extremo. Pero Pedro tenía el ministerio exactamente
adecuado a sus necesidades.
Vemos los últimos versos de
capítulo 1: “Porque toda carne es como la hierba, y toda la gloria del hombre
como la flor de la hierba: Secóse la hierba, y la flor se cayó; mas la palabra
del Señor permanece perpetuamente. Y esta es la palabra que por el evangelio os
ha sido anunciada.” La vieja religión
terrenal tenía mucho que era para la gloria del hombre. De los vestidos tan hermosos de los
sacerdotes hasta la música e instrumentos de David, había mucho que agradaba al
viejo hombre. Pero como nos dice Pedro,
todo esto es algo que desvanece como la flor de la hierba. Pero la palabra del Señor es algo
perpetua. Es una desgracia que el
cristianismo se ha aferrado tanto a lo viejo, todo lo que pertenece a la gloria
del hombre, y dejando a un lado la palabra de Dios. Que nosotros tengamos cuidado de no caer en
la misma trampa.
En el capitulo dos a varias cosas
que son de mucho interés para nosotros, como sin duda era para aquellos judíos
cristianos. Meditamos estas palabras “habéis
gustado que el Señor es benigno.” Hay
que recordar que estos cristianos estaban sufriendo gravemente como leemos en
capitulo 1 “estando al presente un poco de tiempo afligidos en diversas
tentaciones.” ¿Cómo entonces se puede
decir que hubieran gustado que el Señor sea benigno? Pienso de una pareja de Chiclayo, Perú que recién
perdieron a su hijo de 16 años, un joven con mucha esperanza de éxito con una
beca a una universidad en el extranjero, quien siempre había sido obediente y
una ayuda a su madre. ¿Pueden ellos
decir que han gustado que el Señor sea benigno? Yo
pienso que si, a pesar de su tristeza, han experimentado el consuelo de Dios
entre sus tristezas profundas.
Acordamos como el Señor Jesús en
Mateo 16 habló a Pedro “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” Los católicos han interpretado este versículo para
decir que Pedro era el primer papa y sobre el fue fundado la iglesia, que según
ellos es la iglesia romana católica. Pero
leyendo las mismas palabras de Pedro en este capítulo nos damos cuenta de una
vez que tal enseñanza es necedad. Nos
dice Pedro “Al cual allegándoos, piedra viva, reprobada cierto de los hombres,
empero elegida de Dios, preciosa…La piedra que los edificadores reprobaron, esta
fué hecha la cabeza del ángulo.” No
queda la menor duda que la piedra de que Pedro habla aquí es el mismo Señor Jesús.
Y Pedro explica el lugar de ellos, los judíos
cristianos de aquel día, igual que el lugar de nosotros hoy en día, “Vosotros también, como piedras
vivas, sois edificados una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales, agradables á Dios por Jesucristo.” Que lindo, ¿no? El templo de antigüedad, perdido por ellos en
dos sentidos (por su lugar aislado de Jerusalén y por la destrucción del templo
por los gentiles) ya no importaba, pues ellos mismos formaron el templo donde
era posible ofrecer sacrificios aceptables a Dios por Jesucristo.
O, hermanos, ¿no es obvio que
nosotros no debemos anhelar las glorias terrenales del viejo orden de cosas? Quizás lamentamos que somos pocos en numero;
que nuestro cantar no es nada para agradar a los oídos; que nuestro don en la
asamblea sea muy poco. Pero si sea algo
producido del corazón para el oído de Dios, agradable a el, ¿debemos desear
otra cosa? “Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis
las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas á su luz admirable.” Como otros nos han enseñado, tenemos nosotros
los mismos dones; somos sacerdocio santo para adorar a Dios, y somos sacerdocio
real para proclamar al mundo perdido las virtudes de Aquel Señor Jesucristo que
nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Su hermano solo por gracia,
Felipe Fournier