Pedro ministrando
a los extranjeros esparcidos
Léase por favor 1
Pedro 1
Queridos jóvenes
y amigos,
Hace dos semanas
escribimos de Pedro y su mala conducta con los gentiles en Antioquia, pero
terminamos con sus palabras animosas, hablando de “nuestro amado hermano
Pablo.” Quiero con la ayuda del Señor
meditar muy brevemente sobre algo del ministerio de Pedro en sus epístolas, no
pretendiendo para nada explicar detalladamente, sino dando algo de bosquejo de
sus temas.
Para mi es una gran ayuda
entender a quien Pedro estaba escribiendo en sus epístolas. En la primera, aprendemos quienes eran los
sujetos de su ejercicio. “Pedro, apóstol
de Jesucristo, á los extranjeros esparcidos en Ponto, en Galacia,
en Capadocia, en Asia, y en Bithinia, elegidos según la
presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser
rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sea multiplicada.” ¿Quiénes eran estos extranjeros viviendo en
diversos lugares? Eran judíos, pero
judíos que nacieron en lugares afuera de su tierra y creciendo en compañía con
los gentiles alrededor. Pero más que
esto, eran elegidos y rociados con la sangre de Jesucristo, que es decir que
eran ya creyentes en Cristo.
Nos ponemos por un momento en sus
zapatos para darnos cuenta de su situación tan difícil. Primeramente, eran mal tratados de los
gentiles por sus costumbres de judíos.
Para protegerse de esto, sin duda ellos vivían en sus barrios de
semejantes judíos. Pero después de
conocer a Cristo, eran ya doble rechazados. Sus propios hermanos judíos ya los rechazaron
por haber creído en aquel hombre crucificado, Jesús. ¿Y el resultado? “En lo cual vosotros os alegráis, estando al
presente un poco de tiempo afligidos en diversas tentaciones, si es
necesario.” Podemos imaginar cuan
difícil era por ellos, aguantar el menosprecio de sus propios hermanos en la
carne. Pero entiendo su situación, nos
ayuda entender como las palabras de Pedro eran exactamente los que el Espíritu
de Dios iba a usar para animarles en sus dificultades. Vamos a considerar a algunos.
·
“Para
una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni marchitarse,
reservada en los cielos para nosotros que somos guardados en la virtud de Dios
por fe, para alcanzar la salud que está aparejada para ser manifestada en el
postrimero tiempo.” ¿No era maravillosa
para ellos considerar, que aunque la herencia terrenal que fue prometido a los hebreos
en el tiempo de Abraham no habían realizado, ellos tuvieron otra herencia? Y ¡que gran diferencia! Una herencia que no se podían perder por sus
fallas, como los judíos de antigüedad que fueron esparcidos de la tierra
prometida por su desobediencia. Y aunque
nosotros nunca teníamos herencia ninguna, tenemos la misma esperanza que ellos,
no terrenal sino celestial.
·
“Obteniendo
el fin de vuestra fe, que es la salud de vuestras almas.” El fin de su fe en tiempos antiguos era la
salvación de sus cuerpos para vivir una vida larga sobre la tierra. Pero ya tenían algo mejor, la salvación de
sus almas para la eternidad. Nosotros
participamos en lo mismo, por la gracia de Dios.
·
“Las
cosas que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el evangelio por
el Espíritu Santo enviado del cielo; en las cuales desean mirar los ángeles.” Los ángeles figuraban bastante en la historia
de los hebreos. Mostraban su poder en el
desierto y fueron figurados por los querubines en el tabernáculo. Fueron presentes cuando la ley de los
mandamientos fue dado a Moises, y fueron enviados adelante que ellos para
desalojar a los habitantes de la tierra.
Pero ya los judíos cristianos iban a tener algo anunciado en el
evangelio, ¡que aun los mismos ángeles querrían investigar y conocer mejor!
·
“Sabiendo
que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro ó plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación:” ¡Que impactante debería haber sido estas
palabra a un judío cristiano, que se da cuenta de la pobreza de todos los
sacrificios de corderos en tiempos pasados, y todas las monedas de oro y plata
que fueron gastados para su redención!
Todos eran inútiles para satisfacer a Dios, pero ahora en Cristo no
había necesidad de más redención por cosas corruptibles. ¿Y no gozamos nosotros de lo mismo? Aunque nunca éramos redimidos por cosas
corruptibles, podemos gozar de la sangre de Cristo, la cual es tan eficaz y
preciosa por nosotros que era por ellos.
Quizás sea suficiente por el
momento estas meditaciones. Con la ayuda
del Señor, continuaremos meditando varias cosas en las epístolas escritas por
el poder del Espíritu Santo por la mano del hombre que ya conocemos bastante
bien, Pedro.
Su hermano solo por gracia,
Felipe Fournier