Pedro y la resurrección de los muertos
Léase por favor Hechos 9:32-43
Queridos jóvenes y amigos,
El libro de los Hechos introduce el cristianismo saliendo a todo el mundo
en los capítulos 8 a 10, siendo que los judíos escogieron su propio juicio,
rechazando y matando a Esteban en el capítulo 7. Pero nosotros estamos enfocando en la vida y
ministerio de Pedro, y por eso leemos estos diez versículos sobre Pedro y su
servicio para el Señor Jesús en el fin de capítulo 9.
Hay
varios puntos de interés en estos versículos.
Vemos a un hermano, Eneas, que tiene ocho años en la cama,
paralizado. Seguro que los hermanos
había orado por el antes, pidiendo al Señor que le sanara. Pero no, siguió enfermo todo este tiempo, y
por fin llega Pedro con estas palabras benditas “Eneas, Jesucristo te sana;
levántate, y hazte tu cama. Y luego se levantó.” Quizás hacemos la pregunta ¿Por qué los ochos
años de sufrimiento? ¿Por qué el Señor
no le curó de una vez? Solo puedo decir
que estamos en un mundo muy afectado por el pecado y nosotros los santos
participamos en este sufrimiento. Leemos
en Romanos 8:22-23 “Porque sabemos que todas las criaturas gimen á una, y á una
están de parto hasta ahora.” Hasta los
animales sufren por causa de la caída del hombre Adán. Pero viene el día cuando todo esto va a
terminar “Que también las mismas criaturas serán libradas de la servidumbre de
corrupción en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.”
Hasta
aquel día, nosotros tenemos la confianza que vemos también en Romanos 8:32
¿Pues qué diremos á esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que aun á su propio Hijo no perdonó, antes
le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las
cosas?” Pienso que Eneas se consoló
también con este conocimiento durante sus años de sufrimiento. Pero el Señor iba a usar a Pedro para
librarle de aquel sufrimiento y el resultado tan maravilloso. “Y viéronle todos
los que habitaban en Lydda y en Sarona,
los cuales se convirtieron al Señor.”
¿Podemos imaginar de tal cosa en nuestro día? No es que el poder del Señor sea menos. Pero tenemos que confesar que vivimos en día
de declinación y debilidad. Los
carismáticos anhelan imitar este poder del Espíritu, y se puede entender su
deseo, pero no conviene a nosotros pretender un poder que no se ve en nuestro
día. Pero si nos conviene continuar
hasta que el Señor venga, a pesar de la debilidad que vemos en todos lados.
En el
fin de capítulo vemos la escena de la muerte de una hermana muy querida, una
hermana que con su facultad se había mostrado como una que amaba y apoyaba a
los santos. Veo instructiva que Pedro no
reprendió a los santos para sus lágrimas.
No hay nada de malo en llorar cuando un ser querido muere, aunque
sabemos con seguridad que están en los brazos del Señor, nosotros los vivos
sentimos su partida y la pérdida. Pero
que maravillosa para ellos, que Pedro con el poder de Jesucristo, la resucitó
de los muertos. “Entonces echados fuera todos, Pedro puesto de rodillas, oró; y
vuelto al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y viendo á
Pedro, incorporóse.”
Podemos
imaginar el gozo que siguió esta presentación “Y él le dió
la mano, y levantóla: entonces llamando á los santos
y las viudas, la presentó viva.”
Nosotros esperamos aquel día cuando juntos en el cielo vamos a ser
reunidos con todos los santos que hemos perdido en este mundo, si es que
murieron en la fe de Cristo. “Y no sólo
ellas, mas también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, es á
saber, la redención de nuestro cuerpo.”
Tenemos ahora mismo la salvación de nuestras almas. Pronto esperamos la salvación de nuestros
cuerpos, cuando viene el Señor para arrebatarnos a su presencia.
Su
hermano solo por gracia, Felipe Fournier