Pedro sin temor
ante los líderes
Léase por favor
Hechos 4
Queridos jóvenes
y amigos,
El capítulo
cuatro de los Hechos continúa la historia de Pedro y Juan después de curar al
cojo de más de cuarenta años. Vemos que
había cinco mil personas que creyeron la palabra en esta ocasión, algo que no
vemos hoy en día, pues no estamos en los tiempos de refrigerio como dicen los
carismáticos, sino en los días de flaqueza y ruina, los últimos días. No es
que el poder de Dios sea menos, más bien el hombre en responsabilidad bajo la
dispensación de la gracia ha fracasado otra vez.
Me da gozo simplemente leer este
capítulo, viendo lo que la gracia de Dios había hecho en el corazón de
Pedro. Escuchemos sus palabras,
recordando el hombre que hace poco había dicho “no conozco el hombre”: “Sea notorio á
todos vosotros, y á todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de
Nazaret, al que vosotros crucificasteis y Dios le
resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este es la piedra reprobada de vosotros los
edificadores, la cual es puesta por cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay
salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado á los hombres, en que
podamos ser salvos.” ¿Puede ser el mismo
hombre que una vez estaba lleno de miedo?
¡Si, es él mismo!
¿Qué podemos decir de este dicho
de Pedro tan claro “en ningún otro hay salvación”? Es muy popular en el mundo hoy en día decir
que tenemos que ser flexibles y tolerantes; que debemos aceptar las creencias
de otros e imponer nuestros pensamientos y creencias en otros. ¿Pero que dice Dios? ¡En ningún otro hay salvación! Este no es palabra de nosotros. Este es lo que Dios dice y ya. Sabemos que los que quieren acercar a Dios no
pueden hacerlo menos por la persona bendita de Cristo Jesús.
¡Que suaves nos deben de ser los
pensamientos de los líderes perturbados!
“Entonces viendo la constancia de Pedro y de Juan, sabido que eran
hombres sin letras é ignorantes, se maravillaban; y les conocían que habían
estado con Jesús.” O querido lector,
¿podrían decir algo semejante referente a usted y yo? Me da vergüenza pensar de cuantas veces no se
ve en mí el hablar y el vivir como que he estado con Jesús. Pero era un testimonio bien fuerte a esta
compañía mezclada, Saduceos con sacerdotes.
Eran un conjunto vergonzoso, dos grupos que normalmente no tenían nada
que ver el uno con el otro. Los Saduceos
eran casi ateos, negando la resurrección y que había ángeles. Los
sacerdotes, supuestamente representantes de Jehová, normalmente no hubieran
tenido nada que ver con ellos, pero aquí vemos que eran iguales en su
aborrecimiento de Cristo. “¿Qué hemos de
hacer á estos hombres? porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por
ellos, notoria á todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar. Todavía, porque no se divulgue más por el
pueblo, amenacémoslos, que no hablen de aquí adelante á hombre alguno en este
nombre.”
¡Pobre del hombre! ¡No puede negar pero no quiere creer! Vemos el problema del ser humano. No es que Dios no se ha revelado suficiente
en la persona de Cristo, sino que el hombre no quiere creer. Prefiere su pecado, su religión, su
incredulidad. O querido lector, ¡ojala
que usted no se encuentra entre este grupo tan desgraciado!
Terminamos con las palabras de
Pedro y Juan “Entonces Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es
justo delante de Dios obedecer antes á vosotros que á Dios: Porque no podemos
dejar de decir lo que hemos visto y oído.”
Nosotros no hemos visto con ojos de la carne como ellos, pero ¿no es
cierto que hayamos visto y oído las maravillas de Dios? ¿No debemos también hablar de ellas?
Su hermano solo por gracia,
Felipe Fournier