Pedro curando
al cojo
Léase por favor Hechos 3
Queridos jóvenes y amigos,
Hemos visto como Pedro restaurado
predicó con grande poder a los judíos en Hechos 2, y el bonito resultado de su
arrepentimiento y restauración. Vemos lo mismo continuando aquí en el
capitulo 3 de los Hechos. Vemos a Pedro y Juan, yendo al templo para orar
juntos y quiero notar dos cosas; primero que estos dos hombres que habían sido
socios en el negocio de pescar, ahora se ven como socios en la obra del
Señor. ¡Que bueno es cuando hay una compañerismo
semejante entre hermanos que pueden trabajar juntos en la obra del Señor!
Seguro que hay tiempos cuando uno puede trabajar solo, sirviendo al Señor, pero
siempre me gusta cuando hay una comunión, dos o más hermanos trabajando juntos.
Segundo, brevemente notamos que fueron al templo, y no a la asamblea, pues a
pesar de la verdad de que el Espíritu de Dios había descendido para morar en
los creyentes, todavía no se había establecido la iglesia que tenemos
desarrollado en el libro de los Efesios. Es importante entender esto
porque nos ayuda con la interpretación de los primeros capítulos de los Hechos.
Vemos el poder del evangelio en
estos primeros capítulos de los Hechos y sin duda tiene que ver con la oración
constante en que estaban ocupados los discípulos. Veo muy común entre las
asambleas que la reunión de oración es poco asistida, pero en la India leemos
como los hermanos se reúnen para orar y pasan toda la noche en oración y
ayuno. No debe de sorprendernos que el evangelio tiene
mas poder con ellos que con nosotros.
Podemos imaginar esta escena, con
este hombre cojo por toda su vida de cuarenta años. Los cuarenta años nos
hace recordar de otras épocas en la Biblia de cuarenta años como Moisés
aprendiendo no ser nada y los hijos de Israel en el desierto, aprendiendo que
Jehová era todo y ellos eran un fracaso. Tenemos sin duda una ilustración
de Israel bajo la ley en este hombre, reducido al nivel de un mendigo, pero
buscando lo que no le podía satisfacer, nada más que limosna. Es cierto
que tenemos que venir a Dios como mendigos, pues no tenemos nada que ofrecerle,
pero recibimos mucho más que limosna, igual como este hombre recibió algo muy
inesperado, pero muy grato. Se puede sentir sus sentimientos entre tanto
que Pedro hablaba. Viendo con anticipación cuando Pedro dijo “Mira á
nosotros” pensando que por fin alguien iba a regalarle algo, quizás algo que no
pasó tanto a menudo. Pero cuando Pedro dijo “Ni tengo plata ni oro” sin
duda sus esperanzas cayeron. Pero siguió hablando Pedro y el hombre con
fe escuchó las palabras y las creyó.
Hay algo de mucha instrucción en
los hechos de este hombre después de ser curado. “Y saltando, se puso en
pie, y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando
á Dios.” De ser milagro no se podía negar, aunque los líderes hubieran
intentado, pero no podían. ¿A quien alababa el hombre? ¿A Pedro y a
Juan que habían sido los instrumentos de su curación? Para nada; su
alabanza era para Dios y se nota el poder con que Pedro predicaba después y el
resultado en los oyentes. Que triste es que tantos predicadores de hoy en
día que se proclaman como “curadores” reciben y buscan la alabanza para si
mismo, por lo cual vemos muy bien que lo que hacen no es una obra de
Dios.
Quizás la semana que viene podemos
meditar un poco en la predicación de Pedro en los versos que siguen. Por
el momento los dejo con los títulos que Pedro usó para describir aquel bendito
hombre: “el Santo”, “el Justo”, y “el Autor de la vida.” ¡Que privilegio
es nuestro poder adorar al hombre a quien “el Dios de nuestros padres ha
glorificado” es decir “á su Hijo Jesús”!
Su hermano solo por gracia, Felipe
Fournier