Dispensaciones: Laodicea, indiferencia a Cristo
Léase por favor Apocalipsis 3:14-22, Malaquias 1, Hageo 1
Queridos jóvenes y amigos,
Es con
sentimiento de pérdida que dejamos la asamblea de Filadelfia para hablar de
Laodicea. Como se ve arriba, hemos puesto
por titulo sobre esta asamblea Indiferencia a Cristo. “Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni
caliente. ¡Ojalá fueses frío, ó caliente!”
Así leemos con tristeza de nuestro tiempo, justo al fin de la dispensación
de gracia.
Mucho
me hace pensar del libro de Malaquías. Hemos escrito la semana pasada de Esdras,
sacerdote fiel que confió en Jehová por el viaje por el desierto, y no fue
decepcionado. Pero no tantos años
después, llegamos al libro de Malaquías.
No había pasado cien años desde que el pueblo había regresado a
Jerusalén, y habían vuelto a construir el templo y el muro de Jerusalén. De vista no muy cuidadosa, todo aparentemente
estaba bien. Y quizás seria posible
decir lo mismo de la asamblea de Laodicea.
¿Pero como empieza el libro? “Yo
os he amado, dice Jehová: y dijisteis: ¿En qué nos amaste?” Malaquias 1:2. Esta actitud de cuestionar a todo lo que Dios
dijo de ellos representa una soberbia insoportable para Dios. Vemos algo muy triste en cuanto a su actitud
a las ofrendas de Dios. En vez de traer
lo mejor de sus animales al templo para ofrecer, trajeron lo que a ellos no
valía mucho. “Y cuando ofrecéis el
animal ciego para sacrificar, ¿no es malo? asimismo cuando ofrecéis el cojo ó
el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo pues á tu príncipe: ¿acaso se agradará de
ti, ó le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.”
Y así también
era entre los de Laodicea. Ellos decían
“Estamos bien, no tenemos ningún problema delante del Señor” pero ¿que dijo el Señor? “Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy
enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un
cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo.”
¡Que gran contraste tenemos aquí a los santos
de Smirna de los cuales el Señor dijo “Yo sé …tu pobreza (pero tú eres
rico).” Pero, a pesar de esta condición
tan triste, es un alivio leer los versos que siguen “Yo te amonesto que de mí
compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico.”
Eso,
¿que tiene que ver con nosotros? Bueno,
yo pienso que toca a cada uno de nosotros examinarnos la vida. ¿Acaso hemos sido como los Israelitas, dando
a nuestro Señor Jesucristo los desperdicios de nuestra vida? ¿Hemos sido como los de Laodicea, orgullosos
e impudentes, no dándonos cuenta de
nuestra condición verdadera? ¿Qué era lo
que ocupaba a los Israelitas para que no dieron su
deber a Jehová? Leemos la respuesta en
el libro de Hageo, capitulo 1 “Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en
casa, y soplo en ello. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa
está desierta, y cada uno de vosotros corre á su propia casa.” No era que ellos se ocupaban en algo
malo. Simplemente era el afán de la vida
cotidiana que había sobre pasado las cosas de Dios. ¿Acaso ha sido así con nosotros, mis jóvenes
amigos? ¿Hay tiempo en nuestras vidas
para el Señor, o estamos totalmente ocupados con las cosas de esta vida? ¡Ojala que examinemos nuestra condición
delante del Señor y escuchemos su voz de amor que nos llama a arrepentimiento! Como en nuestro verso 20 de Apocalipsis 3 “He
aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta,
entraré á él, y cenaré con él, y él conmigo.” El Señor no quiere los desperdicios, no
quiere estar afuera, sino adentro de nuestras vidas. ¡Oh, que gran privilegio tenemos nosotros de
gozar de comunión con nuestro Jesús en este mundo que todavía le rechaza! Aun en el tiempo de Malaquias hubo los que
gozaron de este privilegio, de los cuales dijo Jehová “Y serán para mí especial
tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día que yo tengo de
hacer.”
¡Que
gocemos, hermanos, de esta posición bendita, un tesoro especial de mismo Señor
Jesús! Su hermano solo por gracia,
Felipe Fournier