Pedro, restaurado públicamente, parte 2
Léase por favor Juan 21:15-25
Queridos jóvenes y amigos,
La semana pasada meditamos sobre la escena en Juan 21
y Pedro con varios discípulos pescando de nuevo. Ahora han disfrutado de la comida preparada
por la mano del mismo Jesús, resucitado de los muertos y apareciendo a sus
discípulos por la tercera vez. Y ante
los ojos y oídos de todos, Cristo hace la pregunta a Pedro “Simón, hijo de
Jonás, ¿me amas más que estos?” Algunos
han sugerido que el Señor hablaba de los 153 peces, pero yo pienso que es mas
conforme el capitulo que el Señor estaba preguntando a Pedro si le amaba mas
que los otros discípulos, y no del dinero representado en los peces. Pero no nos hace daño considerar en nuestros
corazones esta posibilidad, que el amor del dinero pueda impedirnos para que
amemos al Señor como debemos.
Pedro había declarado en voz alta y
fuerte “Aunque todos sean escandalizados, mas no yo.” Era tanto que decir que amaba al Señor más
que todos. Ya hemos visto el triste
resultado de tal confianza, y ahora abiertamente Pedro tiene que confesar “Sí
Señor: tú sabes que te amo.” Yo no
conozco nada del griego, pero otros mas dotados me han dicho que Pedro aquí usó
otra palabra menos fuerte para “amor” que el Señor, mas bien traducido “Sí
Señor: tú sabes que te quiero.” Ya no
era el Pedro de antes, con toda confianza en si mismo. Había aprendido de su debilidad, y aunque
declaraba su afecto para el Señor, ya no iba a jactar que era más que los
demás, ni tampoco que llegaba al amor divino, la palabra que usó el Señor.
Tres veces negó Pedro al Señor, y tres veces la pregunta “Simón, hijo de
Jonás, ¿me amas?” ¿Pero no es bonito
ver, que cada vez la respuesta de Pedro fue seguido con las palabras bondadosas
del Señor “Apacienta mis corderos” y después “Apacienta mis ovejas”? Pedro, el que había fallado tan mal, iba a
ser un instrumento útil para la gloria de Cristo, y además para la bendición de
los santos. Nosotros tenemos la
tendencia de sugerir lo contrario. Quizás
pensamos que después de una caída, ya no puede ser útil un hermano o
hermana. Pero conviene que dejemos esto
en las manos del Señor que sabe mejor que nosotros como usar sus instrumentos.
Muchos han notado que los corderos y las ovejas son mencionados. Estoy de acuerdo con lo que otros han dicho,
que tenemos aquí un ejemplo para el trato especial de los niños y jóvenes. Seguro es que no hay reunión de la asamblea
que es precisamente para ellos, pero eso no quiere decir que la asamblea no
debe apoyar y animar a los que tienen ejercicio para obedecer las palabras del
Señor en este capitulo “apacienta a mis corderos.” Veo muy triste la tendencia entre algunos de
prohibir la escuela dominical o reunión de jóvenes porque no son reuniones
precisamente de la asamblea.
Hay dos cosas mas que quiero notar en el capitulo. El Señor declaró a Pedro “dando á entender
con qué muerte había de glorificar á Dios.”
Pedro se había declarado antes listo para morir para el Señor, y no
era. Pero ya vendría el día cuando iba a
cumplir esta meta. No era algo para
desear, porque el Señor dijo “te llevará á donde no quieras.” Así que nunca deseamos la muerte; el Cristiano anhela la venida del Señor y no la muerte. Pero se nota también que Pedro sigue siendo
el mismo, hablando fuera de su deber, y hace la pregunta a Cristo “¿y éste,
qué?, hablando de Juan. Bueno es por
nosotros prestar atención a la respuesta “Dícele Jesús: Si quiero que él quede
hasta que yo venga, ¿qué á tí? Sígueme tú.”
Nos conviene interesar en el bienestar espiritual de nuestros hermanos,
pero al fin de todo, nuestra responsabilidad es caminar y seguir el Señor
nosotros mismos.
Su hermano solo por gracia, Felipe Fournier