Pedro, durmiendo y peleando
Léase por favor Marcos 14:32-40, Juan 18:1-11
Queridos jóvenes y amigos,
La semana pasada meditamos las palabras de confianza de Pedro, seguro que
nunca iba a negar el Señor, a quien en verdad amaba. En nuestro tema de esta semana, vemos que la
confianza de Pedro no era fundado sobre la realidad de su condición de alma,
pero no se dio cuenta de ella.
En
otra ocasión estos tres discípulos, Pedro, Jacobo, y Juan habían estado juntos
y también habían estado durmiendo. En
Lucas 9 vemos “Y Pedro y los que estaban con él, estaban cargados de sueño: y
como despertaron, vieron su majestad.”
En aquel entonces, ellos durmieron en vista de su gloria, y en esta
ocasión, durmieron en la presencia de sus sufrimientos. Las palabras del Señor para ellos eran “Y les
dice: Está muy triste mi alma, hasta la muerte: esperad aquí y velad.” Yo creo que nunca antes habían visto el Señor
en tal angustia, pero de todos modos, era de noche y la debilidad humana era más
fuerte que su deseo de apoyar a su amado Señor en la hora de sus
sufrimientos. Quizás por eso nos dice en
los Salmos proféticamente “Has alejado de mí mis conocidos: Hasme
puesto por abominación á ellos: Encerrado estoy, y no puedo salir.” Salmo 88:8
Seguro el Señor Jesús, como hombre, anhelaba el apoyo y amor de sus
discípulos en este momento, y sintió profundamente que ellos no compartían en
su angustia.
No es
para nada que, a pesar de que los tres discípulos dormían todos, Jesús habló a
Pedro diciendo “Y vino y los halló durmiendo; y dice á Pedro: ¿Simón, duermes?
¿No has podido velar una hora? Velad y
orad, para que no entréis en tentación: el espíritu á la verdad es presto, mas
la carne enferma.” ¿No era esto una
advertencia a Pedro? El que hacia unos
minutos había jactado diciendo “Aunque todos sean escandalizados, mas no yo.” ¡Pobre
Pedro! ¡Como iba a lamentar después
estas palabras! Pero se nota que aun así
el Señor dice que el espíritu de Pedro era presto; el problema quedaba en no
reconocer la debilidad de su carne. No
somos mejor que Pedro, pero debemos tomar instrucción de las palabras del Señor
“velad y orad”.
No es
de mucha sorpresa entonces que encontramos a Pedro unas horas después, pelando
cuando debería haber estado sometiéndose.
“Entonces Simón Pedro, que tenía espada, sacóla,
é hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se
llamaba Malco.”
En Lucas 22, leemos que primeramente dijo “Señor, ¿heriremos á
cuchillo?” Parece que no esperó para
ninguna respuesta, y sacando la espada, hizo su daño. Pedro, presto siempre con su lengua de
hablar, a veces cosas necias, ahora es demasiado presto con su espada,
simplemente causando mas trabajo para el Señor. “Entonces respondiendo Jesús, dijo: Dejad
hasta aquí. Y tocando su oreja, le sanó.”
¡O bendito Señor Jesús! ¡Que nos
ayudes seguir en tus pisadas! ¿No nos
conmueve el corazón ver la ternura y amor de este hombre, a quien habían venido
para entregarle a muerte cruel? El celo
de Pedro en la carne, podemos entender muy bien. Pero la humildad del Señor Jesús, es algo
divino que solo podemos mirar, maravillar, y adorar.
Yo
creo que la respuesta que dio el Señor Jesús a Pedro en este momento debería
ser de instrucción a los que están pensando del servicio militar. “Entonces Jesús le dice: Vuelve tu espada á
su lugar; porque todos los que tomaren espada, á espada perecerán.” Mateo 26:52.
Cristo no necesitaba la ayuda de Simón Pedro para protegerle de estos
hombres. “¿Acaso piensas que no puedo
ahora orar á mi Padre, y él me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Cómo, pues, se cumplirían las Escrituras,
que así conviene que sea hecho?”
Así
que vemos a nuestro tema Pedro, durmiendo cuando debería haber estado orando, y
peleando cuando debería haber estado aceptando la voluntad de Dios, igual como
su amado Salvador. Nos conviene ver su caída
con ojos a nuestras propias tendencias de confianza en la carne, y escuchar las
palabras de Cristo “Velad y Orad.”
Su
hermano solo por gracia, Felipe Fournier