David y Abigail, una fe maravillosa
Léase por favor 1 Samuel 25:18-44
Queridos jóvenes y amigos,
La semana pasada leemos esta historia y meditamos sobre la actitud de
Nabal, este hombre duro y perverso.
Estaba pensando sobre la diferencia de Nabal y su esposa, Abigail. Me parece que los dos habían recibido la
misma información. Los dos habían
escuchado de David, que había sido ungido rey por Samuel sobre Israel, y que había
tenido que hacer su fuga de Saúl. La
diferencia entre los dos era simplemente una cosa; la fe. Abigail creyó las noticias; en cambio Nabal
dijo que David era simplemente alguien que había huido de su amo, es decir, un
siervo infiel. Pero todo dependía de
esta pregunta ¿Quién es David? Como dijo
el Señor a los Fariseos “¿Qué os parece del Cristo?” Y usted, querido lector, ¿Qué le parece del
Cristo?” ¿Cree usted que es el hijo de
Dios? ¿Es también su amado salvador?
Abigail contestó la pregunta que hizo su marido en burla en forma que me
encanta leer. “Jehová de cierto hará casa
firme á mi señor…Jehová hiciere con mi señor conforme á todo el bien que ha
hablado de ti, y te mandare que seas caudillo sobre Israel.” No había dudas en la mente de Abigail de
quien era David y que iba hacer caudillo (rey) sobre Israel por mandato de
Jehová. Ella profetizó la destrucción
del rey actual, Saúl: “el alma de mi señor será ligada en el haz de los que
viven con Jehová Dios tuyo, y él arrojará el alma de tus enemigos como de en
medio de la palma de una honda.” Sus
palabras eran palabras de fe, y sus acciones acordaban con sus palabras. Su marido había menospreciado las palabras y
los siervos de David; Abigail mostró
toda reverencia diciendo “mi señor”, “postrándose delante de David sobre su
rostro, inclinóse á tierra.” ¿Cómo es con nosotros que profesamos fe en
Cristo? ¿Acuerdan nuestras acciones con
nuestras palabras? El mundo no puede ver
nuestra fe. Solo se dan cuenta de lo que
hacemos. No es suficiente hablar
palabras que no tienen su apoyo en nuestra vida, nuestros hechos. Y así era con Abigail. No simplemente vino a David con palabras,
sino también con muchas provisiones y comida para el y sus hombres.
Hay dos cosas más que quiero notar.
Primero, las palabras de Abigail de tierno afecto para David; “mi señor”
le dijo, no “rey excelentísimo” o algo semejante. Hay cristianos que hablan de Jesucristo como
“rey de santos.” Es cierto que Cristo va
a reinar en el milenio y nosotros amamos el día de su revelación como rey
exaltado. El que antes llevaba corona de
espinas será coronado con corona de gloria, y anhelamos ver este día. Pero en verdad estamos nosotros en una relación
mucho mas cerca. Igual como Abigail iba
a ser esposa de David, así nosotros como la iglesia formamos la esposa de
Cristo. Vamos a reinar con el, como Abigail
iba a reinar con David. El es mas bien
“nuestro Señor”, una relación mucho mas cerca de “rey de santos.”
La
otra cosa que notamos es el triste fin de Nabal. Habiendo menospreciado los siervos de David, tomó
refugio como muchos en el mundo con su vino, alegrándose por unos pocos
momentos con su banquete “como banquete de rey”. Bien borracho, no se dio cuenta de la ida de
su esposa ni tampoco de su vuelta. Pero
el día siguiente escuchó todo y “Pero á la mañana, cuando el vino había salido
de Nabal, refirióle su mujer acuestas cosas; y se le
amorteció el corazón, y quedóse como piedra.” ¡Que pasajera las distracciones de este
mundo! La alegría del vino se cambio en
dolor de cabeza y corazón como piedra.
Siempre es así, porque Satanás no tiene gozos verdaderos. Son de todo un engaño que permanece unos
momentos y se van. Dentro de diez días,
Nabal estuvo ya muerto. Poco pensaba
cuando ligeramente rechazó los siervos de David que iba a pagar caro por su
decisión. ¡Ojala que no haya entre mis
lectores alguien semejante!
Su hermano en Cristo, Felipe Fournier