Pedro y su pregunta “¿vale la pena?”
Léase por favor Mateo 19:16-30
Queridos jóvenes y amigos,
Disculpe la demora de una semana sin escribir estudio. Tuvimos oportunidad la semana pasada de
visitar a nuestros hermanos en Ensenada, México y por eso no tuve oportunidad
de escribir.
Esta semana queremos meditar sobre la pregunta de Pedro que realmente llega
siendo “¿vale la pena?” En nuestro
capitulo vemos un joven que vino al Señor Jesús buscando heredar vida eterna
por algo que el mismo quería hacer. Sus
palabras eran “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” Quizás nos sorprendamos de la manera en que
el Señor contestó al joven “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno sino
uno, es á saber, Dios.” Pero no es
suficiente decir que Jesús era buen hombre, como confiesan muchos, sin creer
que El es el Hijo de Dios, Salvador del mundo.
Este joven estaba hablando con Jesús como si fuera un igual. “Tu eres bueno, yo también soy bueno.” No, amado lector, así no podemos llegar a
Dios. Mejor que digamos como el pobre
publicano “Dios, sé propició á mí pecador.”
El Señor contestó al joven según la manera que le había hablado, conociendo
que en su corazón (tan limpio a la vista de los hombres) había una raíz de
avaricia. “Si quieres ser perfecto,
anda, vende lo que tienes, y da lo á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo;
y ven, sígueme.” El pobre joven se fue
triste, mostrando que no era capaz de guardar los mandamientos, amando a sus
riquezas más que amando a Dios. Y así es
con cada uno de nosotros. No somos
capaces de venir a Dios por medio de nuestras buenas obras tampoco. Solo el terreno de la gracia nos da una
entrada en su presencia.
Eran
los dichos del Señor Jesús después que se fue el rico joven que confundió a los
discípulos. Podemos entender si vemos
las cosas del lado de un judío, que siempre había entendido que un rico era así
porque había agradado a Dios. Por
ejemplo en el libro de Ruth, vemos a Booz, un hombre
de riqueza que había prosperado en tiempo de hambre. Era así porque caminaba en temor de
Jehová. Pero Jesús estaba introduciendo
algo nuevo, que en la dispensación de la gracia, todo iba a cambiar. No era la riqueza ya una marca de la aprobación
de Dios, o sea que Dios tenia agrado con alguien. En verdad, las riquezas eran un estorbo. “Entonces Jesús dijo á sus discípulos: De
cierto os digo, que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.”
Los discípulos estaban maravillados
por estas palabras y dijeron “¿Quién pues podrá ser salvo?” Yo pienso que nosotros, quienes debemos saber
mejor, sufrimos de la misma tendencia de creer que prosperidad económica es una
marca del agrado de Dios. Para mi ha
sido un privilegio sentarme en una choza de un hermano dominicano, sufriendo
diabetes que le había costado una pierna, viviendo por la venta de unos pocos
dulces, pero con su corazón rebosando de gozo, meditando sobre la palabra de
Dios. He estado también en casas de lujo
en los Estados Unidos, donde no he sentido nada más que una frialdad hacia las
cosas de Dios y su palabra. No,
hermanos, la prosperidad económica no es para nada una marca de la bendición de
Dios en nuestro día.
Pedro también llevó dudas de lo que dijo el Señor. No se consideró un rico, pero había dejado lo
poco que tenia, su barco y sus peces, para seguir a Jesús. Por eso hizo la pregunta “He aquí, nosotros
hemos dejado todo, y te hemos seguido: ¿qué pues tendremos?” Pienso que el estaba en dudas, diciendo en tantas
palabras ¿vale la pena? Quizás hemos
pensado igual, viendo la prosperidad de los inicuos alrededor. Léase el Salmo 73 para ver semejante
pregunta. Y el Señor pudo contestar la
pregunta de Pedro en tantas palabras, que iba a recibir cien veces más y
heredar la vida eterna, la cosa que anhelaba el rico joven, pero que no alcanzó
recibir.
Amados
amigos, creo que estas palabras deben de ser un ánimo a nosotros. Nuestros premios no están aquí. Anhelamos el día “cuando se sentará el Hijo
del hombre en el trono de su gloria.”
Hoy es el día cuando el enemigo esta reinando en este mundo,
Satanás. Estamos en el mundo que ha
rechazado a nuestro amado Salvador. Pero
en verdad esperamos (como dijo Pedro en su epístola uno años después de este
capitulo) “Para una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni
marchitarse, reservada en los cielos, para nosotros que somos guardados en la
virtud de Dios.”
Su
hermano solo por gracia, Felipe Fournier