David y la conquista con el Filisteo

 

Léase 1 Samuel 17:1-31

 

Queridos jóvenes y amigos,

Esta historia es muy bien conocida, pero hay muchos detalles preciosos que valen la pena volver a considerar.  Vemos algo más triste acerca del rey Saúl, el rey que el pueblo de Israel había escogido.  Si vamos a 1 Samuel 10:23 leemos de Saúl “y puesto en medio del pueblo, desde el hombro arriba era más alto que todo el pueblo.”  Así que el más grande y más valiente entre los Israelitas debía haber sido Saúl.  Pero no vemos aquí ninguna sugerencia que Saúl pensaba pelear con aquel Filisteo.  Saúl, aunque tenía fuerzas y tamaño natural, no tenía confianza en el Dios de Israel, Jehová, porque había caminado en desobediencia.  Fue el joven David, aunque de tierna edad, y sin las fuerzas de un hombre, pero con grande fe en Jehová, pudo pelear con aquel Filisteo.  Creo que vemos este ejemplo a menudo en la escritura, como esta escrito en 1 Corintios 1:27 “Antes lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar á los sabios; y lo flaco del mundo escogió Dios, para avergonzar lo fuerte.” 

Así que lo que nosotros debemos buscar y anhelar es la fuerza espiritual, una fuerza aprendido en la escuela de Dios, igual como David.  A solas y olvidado de su familia a veces, el joven David había peleado en secreto con león y oso, y había aprendido la fuerza de Jehová, que no era limitado por circunstancias.  ¿Hubiera querido David que nunca había venido a su rebaño de ovejas tal oso y león?  Yo creo que no, porque con ellos aprendió que Dios era fiel a su promesa.  Y nosotros, ¿nos gustaría evitar las pruebas de la vida?  ¿Preferimos que las cosas nos van fácil y sin ejercicio espiritual?  Puede ser que si, pero en verdad el Señor nos ama demasiado para dejarnos en este mundo sin pruebas, sin la necesidad de probar que Dios es fiel.

Hay otra cosa que pienso muy importante aquí.  Notamos que “Y dijo Isaí á David su hijo: Toma ahora para tus hermanos un epha de este grano tostado, y estos diez panes, y llévalo presto al campamento á tus hermanos…y cuida de ver si tus hermanos están buenos.”  Tenemos ejemplo aquí de tan maravilloso sujeto para nuestra adoración.   Como leemos en 1 Juan 4:14 “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo.”  Hay una doctrina muy mala que enseña que Jesucristo llegó a ser hijo que nació en el pesebre.  Si fuera cierto, seria necesario cambiar el versículo en 1 Juan 4:14 para decir “el Padre ha enviado el que llegó a ser el hijo” pero ¡que perdida seria!  Había esta relación entre David y su padre, igual como había entre Jacob y su hijo José, cuando le envió a sus hermanos.  Para nosotros es una maravilla considerar este amor infinito que había entre el Padre y el Hijo, en la eternidad pasada, gozando juntos en toda comunión.  Pero era necesario que el Hijo tome forma de siervo, y ser hecho en semejanza del hombre, para que pudiera morir en la cruz del Calvario.  Así que David es prototipo de Cristo, enviado a sus hermanos por su padre, con fin de rescatarles del enemigo, Goliat.  Claro que ni Jacob ni Isaí se daban cuenta de lo que sus hijos iban a pasar.  Pero Dios Padre, si, supo todo de antemano, y de todos modos envió a su único hijo.  Es una blasfemia enseñar que Jesús no era el hijo de Dios en la eternidad pasada.  Le roba algo de su gloria, y a nosotros, nos robaría el deleite que tenemos, adorando al Padre que envió a su único hijo.

Dios mediante la semana que viene seguiremos el estudio de este capitulo precioso.

Su hermano solo por gracia, Felipe Fournier