Pedro y los matrimonios

 

Léase por favor 1 Pedro 3

 

Queridos jóvenes y amigos,

 

No es mi deseo, como he dicho antes, escribir un comentario completo sobre las epístolas de Pedro, sino observar algunas cosas que nos pueden ser de ayuda en sus letras, habiendo ya observado su vida por medio de estos estudios.  Seguimos con las amonestaciones de Pedro a las mujeres creyentes, quienes habían conocido el Señor Jesús después de haber casado como inconversa con un inconverso.  Creo que entendemos bien que su enseñanza para nada indica que esta bien casarse con inconverso en la esperanza que tal persona se salva después.  “Asimismo, vosotras, mujeres, sed sujetas á vuestros maridos; para que también los que no creen á la palabra, sean ganados sin palabra por la conversación de sus mujeres.”  Que interesante escuchar estas palabras de nuestro Pedro, quien tantas veces hemos visto hablando cuando hubiera hecho bien callarse.  Me parece que había aprendido una buena lección, que son las acciones que testifican más que las palabras.  Vale la pena tener esto en cuenta si queremos ser buen testimonio de Cristo a este mundo.

 

Los versículos que siguen desgraciadamente han sido tomados por muchos como una ley que se tiene que aplicar por fuerza a las hermanas.  Pero hay una pérdida, me parece, si lo tomamos así.  Pedro esta haciendo un contraste al antiguo orden bajo la ley de Moises cuando todo tenia que ver con cosas exteriores, hermosos templos, música instrumental, vestidos de lujo, y todo lo demás que se veía en la religión terrenal.  Pero ya la instrucción a la mujer de piedad es que su adorno sea algo interior; “El adorno de las cuales no sea exterior…Sino el hombre del corazón que está encubierto, en incorruptible ornato de espíritu agradable y pacífico, lo cual es de grande estima delante de Dios.”  Si queremos obligar a las hermanas que se visten en cierta manera según nuestro parecer, estamos totalmente perdiendo el sentido de esta amonestación que enfoca en lo interior.

“Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia, dando honor á la mujer como á vaso más frágil, y como á herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas.”  Este versículo tiene tanta instrucción para nosotros casados que casi no se donde empezar.  Sabemos que Pedro era un hombre casado, y habla de experiencia personal, no poniendo a un lado que también sus palabras aquí son inspiradas del Espíritu Santo.  ¿Qué quiere decir “habitad con ciencia”?  Yo creo que tiene que ver con la conversación entre el marido y su esposa.  En mi experiencia, he notado que mi esposa es más pronta para conversar de todo lo que ella tiene en su corazón, mientras que yo, siendo hombre, tengo la tendencia de seguir callado acerca de las cosas que me tienen preocupados.  Pero creo que la buena comunicación y honrando a la mujer como el vas mas frágil van juntos.  Si no comunicamos con nuestras esposa y guardamos todo adentro, no vamos a reconocer que nosotros somos frágiles también, y que es un honor a la mujer compartirle las cosas que nos enfrentan.   Somos juntamente herederas de la gracia de la vida.  ¡Que linda expresión!, ¿no?  Pensamos frecuentemente de la gracia que nos salvó, pero Pedro aquí habla de la gracia de la vida; es la gracia que nos salvó, y solo por gracia podemos continuar en un mundo lleno de obstáculos e impedimentos para que sigamos en las pisadas del Señor.

“Para que vuestras oraciones no sean impedidas.”  Ustedes casados, ¿oran con sus esposas en voz alta?  No lo pongo como una ley, pero creo que seria una bendición si se hace diariamente.  Y ustedes jóvenes, que están conociendo a una hermana para ver si sea la ayuda idónea que el Señor tiene para usted, ¿han intentado orar juntos?  Lo veo muy importante para que la relación sea realizada en esperanza de la bendición del Señor, y no simplemente para buscar una esposa para satisfacer los deseos naturales.

Dios mediante seguiremos la semana que viene con algo más en este capítulo tan lleno de instrucciones muy provechosas.

Su hermano solo por gracia, Felipe Fournier