Pedro restaurado públicamente

 

Léase por favor Juan 21

 

Queridos jóvenes y amigos,

 

La semana pasado consideramos la restauración de Pedro, particularmente con el Señor Jesús.  Pero Pedro había negado al Señor ante todo el mundo, con maldiciones y palabras feas.  Era necesario que fuera restaurado públicamente también, y leemos de este acontecimiento en Juan 21.

 

Es interesante que Pedro siga siendo Pedro aun después de su caída y encuentro con el Señor después de su resurrección.  Sabemos por las escrituras que Cristo en resurrección no estaba con los discípulos constantemente, sino apareció de vez en cuando por estos cuarenta días.  En Juan 20, vemos que había aparecido el primer día de la semana dos veces.  Pero aquí en Juan 21, quizás había pasado algunos días sin que apareciere el Señor, y Pedro pronuncia estas palabras “A pescar voy.”  ¿Por qué iba a pescar Pedro?  No sabemos cuales eran sus pensamientos, pero había por el momento perdido el sentido que era siervo de Dios.  Además hay algo muy interesante, que los demás dijeron “Vamos nosotros también contigo.”  ¿No es ejemplo de que somos una influencia, por bueno o por malo, en nuestros hermanos y hermanas en Cristo?  No los invitó que fueran con el, pero de todos modos, los influyó.

 

¿Encontramos sorprendente lo que vemos después “y aquella noche no cogieron nada”?  Creo que era de esperar que su trabajo iba a ser en vano, pues hace tres años habían sido llamados de este trabajo para seguirle a Cristo.  No hay nada de malo en pescar, claro.  Pero a veces hay cosas en este mundo que, aunque no son malos en si, llegan a ser una distracción de las cosas del Señor.  Ellos tuvieron que confesar a la pregunta del hombre desconocido en la orilla de la mar “Mozos, ¿tenéis algo de comer?” la respuesta tan corta “No.”   ¿Y por que desconocieron aquel hombre?  Pues, yo creo porque estaban distraídos con sus otras ocupaciones, y así será con nosotros si nos ocupamos solo en las cosas del mundo.  Los ojos de fe van a ser oscurecidos y será difícil de reconocer al Señor en nuestras circunstancias.  Quizás diríamos “¡Que mala suerte!” en vez de decir como Juan “El Señor es.”

 

Yo no dudo que Pedro y Juan, al ver la multitud de pescados que habían recogido después de obedecer las palabras de Jesús, recordaron aquella vez cuando habían cogido semejante pesca al principio cuando Cristo los llamó que lo siguieran.  Y es de ánimo ver que Pedro, aunque había sido mal ejemplo un poco antes, ahora quiere estar cerca al Señor y no pudo esperar que el barco llegara a la orilla, sino se lanzó en la mar para llegar más pronto.

 

Veo algo muy animoso acerca de esta escena en la playa.  “Y como descendieron á tierra, vieron ascuas puestas, y un pez encima de ellas, y pan.”  Quizás Pedro pensaba de las ascuas en el palacio de sumo sacerdote, donde el hace no muchos días se había calentado.  Pero, ¡que gran diferencia ahora!  Esta fogata no era la fogata del mundo que rechazó al Señor Jesús, indiferentes a su muerte tan cruel.  Esta fogata era comunión y comida para animar y calentar y restaurar sus almas.  Sugiero que aquí vemos un ejemplo de reuniones que no son reuniones de la asamblea, sino como reunión de jóvenes, o quizás un recreo con otros que aman al Señor.  Díceles Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos osaba preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor.”  Vemos además que los discípulos, que antes ignoraban quien era en la playa, ahora son concientes de su presencia.

Algunos quizás dicen que puede haber reuniones que no son para edificación, y es cierto, igual como la fogata en el palacio del sumo sacerdote no era un lugar que edificaba a Pedro, sino le era ocasión de caer.  Pero creo que no debemos entonces pensar que por eso toda “fogata” es algo malo.  Esta reunión era de mucho provecho, siendo ocasión de la restauración de Pedro públicamente, con comida y refrigerio de corazón para todos.

La semana que viene, Dios mediante, consideraremos las palabras del Señor a Pedro “Apacienta mis corderos” y “Apacienta mis ovejas”.

Su hermano solo por gracia, Felipe Fournier