Dispensaciones: Moisés llega a ser intercesor

 

Léase Éxodo 32

 

Queridos jóvenes y amigos,

 

Es con tristeza que pasamos de la bonita ilustración de Cristo en Éxodo 21 a la triste conducta del pueblo de Israel en Éxodo 32.  Hace cuarenta días el pueblo había dicho “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos.”  Pero en nuestro capitulo leemos “Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.”  Es importante notar que ellos habían olvidado tan pronto que era Jehová, y no Moisés, que les había sacado de Egipto.  Sus corazones primeramente habían desviado de Jehová a Moisés, y después a un becerro de bronce.  Así obra Satanás con nosotros hoy en día; no de una vez sino poco a poco el nos distrae de las cosas del Señor.  Quizás al principio no son cosas malas, sino los quehaceres de este mundo.  El camino de desvío es resbaloso y el Diablo es engañoso.  El es muy astuto pues tiene seis mil años de experiencia con la raza humana y aunque no conoce nuestros corazones, si conoce nuestras tendencias.  Somos muy capaces de estafar a nosotros mismos.

 

Es sumamente triste ver como Aarón era complicito en la idolatría del pueblo.  Quizás el pensaba que no podía hacer nada contra tanta gente que querían hacer algo malo.  Pero hubo los que no concordaron con los demás, los Levitas, pero fue Moisés que les encontró, y no Aarón.  Me hace pensar de Elías, profeta fiel de Jehová en otra época que dijo “yo soy el único fiel” y Dios le dijo, “no, tú no eres el único.  Yo tengo siete mil que no han adorado a Baal.”   Estoy seguro si Aarón se había quedado fiel, Dios le había mostrado que había otros que tampoco iban a abandonar a Jehová que le había mostrado tanta gracia, para un becerro de bronce, inútil en todo sentido.   Si usted, querido lector, se siente solo y aislado para obedecer al Señor, tenga paciencia y sin duda El le mostrará que El tiene otros que igualmente quieren agradar al Señor.

 

No creo que es casualidad que aquí en nuestro capitulo, cuando Moisés trajo la ley, los diez mandamientos que ellos habían pedido, murieron tres mil personas.  Pero el día de Pentecostés, en Hechos 2, leemos “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”  ¡Que gran prueba de la diferencia entre la dispensación de la ley y la de la gracia!  La ley solo nos puede condenar a muerte, por nuestra desobediencia.  La gracia trae salvación y libertad del pecado.

 

Moisés, varón de Dios, sintió profundamente el pecado del pueblo y sus consecuencias.  Jehová le había advertido, aun estando en el monte, del pecado del pueblo, y Moisés de una vez empieza a interceder por el pueblo.  El refirió a la promesa que Dios había hecho a Abraham, sabiendo que Dios siempre es fiel a sus promesas y la desobediencia del hombre no puede frustrar los propósitos de Dios.  Después, Moisés se ofreció a si mismo como substituto por el pueblo diciendo “que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.”  Nos conmueve esta actitud, esta prueba de amor que había en Moisés, pero no fue posible.  Dijo Jehová “Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.”  Solo tocaba a Cristo sufrir como substituto como leemos en 1 Pedro 3:18 “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.”  Moisés quiso hacerlo, pero siendo hombre pecaminoso no pudo.  Solo el perfecto, sin mancha, cordero de Dios pudo ser nuestro substituto.  ¡Bendito sea su nombre!

 

Su hermano solo por gracia, Felipe Fournier