Dispensaciones: Algo mas de Israel bajo la gracia

 

Queridos jóvenes y amigos,

 

Pienso que vale la pena meditar un poco mas sobre este tema de Israel bajo la gracia en Éxodo 15, 16, y 17 donde vemos todo lo que Jehová hizo a favor de un pueblo ingrato y rebelde.  No tenemos que mirar mas allá que nuestros propios corazones para ver porque se aportaron tan mal, dado la gracia que Jehová les había mostrado, librándoles de Egipto, redimidos por sangre, y de todo el poder del enemigo por medio del mar Bermejo.  Nosotros, en igual manera, somos redimidos por sangre, no del cordero de la pascua, sino con la sangre preciosa de Cristo.  También somos librados del poder de Satanás, por medio de la muerte y resurrección de Cristo.  Pero, ¿siempre nos comportamos como santos de corazón rebosando de gratitud por toda la gracia que el Señor nos ha brindado?  Escribiendo estas palabras, yo tengo que agachar mi cabeza con vergüenza, pensando como yo soy tan semejante a los hijos de Israel.  Este corazón malo, que heredemos de nuestros padres, nunca mejora.  Pero si apacentamos al nuevo corazón, o sea, la nueva vida que tenemos en Cristo, leyendo su palabra, orando, y estando donde dos o tres están congregando en su nombre, vamos a crecer en gratitud y obediencia.  En igual manera, si somos negligentes en estas cosas, vamos a pagar el precio en frialdad de corazón, ingratitud a nuestro Señor, e inquietud de corazón.  ¡Que el Señor nos ayude a cada cual!

 

Brevemente podemos meditar en estos cuatro lugares donde viajaron los hijos de Israel.  Se llaman así:  Shur, donde encontraron agua amarga; Elim, donde había pozos y palmeras; Sin, donde empezó a caer el Mana; y Refidim, donde salio agua de la roca. 

 

Shur nos habla de la amargura de la muerte.  Seguramente cualquier de nosotros que hemos visto a un inconverso morir, damos cuenta que la muerte es algo muy amarga por ellos.  Pero el árbol que echó Moisés en el agua, nos habla de la cruz de Cristo, que para el creyente ha hecho dulce las aguas de muerte.  Para el creyente, la muerte es como dijo Pablo “teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” Filipenses 1:23.  Claro que nosotros no buscamos la muerte, sino la venida del Señor Jesús.  Pero recuerdo bien las palabras de nuestro amado hermano Guillermo Guerra, cuando le visité hace un año, tres semanas antes que pasó a la presencia del Señor.  Me dijo “hermano Felipe, he pasado muchos años con el Señor enseñándome como vivir.  Ahora me esta enseñando como morir.”  La muerte para el no era una cosa amarga, sino dulce, y todo resultado de la muerte de Cristo en el árbol, la cruz.

 

Tenemos pocos versículos sobre Elim.  Solo les comparto lo que un hermano muy amado me enseño hace 25 años.  Eran doce pozos, uno para cada mes del año.  Eran setenta palmeras, uno para cada año de nuestra vida.  Era demostración del cuidado que Jehová tenia por ellos de Israel, y no es nada menos por nosotros hoy en día.

 

En el desierto de Sin leemos estas palabras tan tristes “Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.”  ¿Cómo puede ser que ellos se olvidaron tan pronto lo malo de la esclavitud de Egipto?  ¿En realidad la comida de Egipto les habían satisfecho?  Claro que no, pero caminado sin fe, nosotros no somos nada diferentes que ellos y pensamos que este mundo nos puede satisfacer.  Pero la gracia les fue brindada por Jehová, y les dio pan del cielo, el Maná.  Este pan del cielo era tipo de Cristo, indudablemente, porque leemos en Juan 6:33 “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo”.   Esta vida es la vida eterna, pero también nos habla como Cristo es la comida por nuestras almas mientras que peregrinamos por el desierto. 

 

Si les puedo hacer una sugerencia, especialmente por los jóvenes, hay que leer a menudo los evangelios, Mateo, Marcos, Lucas, y Juan.  Allí vemos a Cristo como el Maná, y como por los hijos de Israel, ellos tenían que salir y buscar cada día, y no podían guardar para el día siguiente, así es con nosotros.  No basta leer siete capítulos de la Biblia el domingo, para ser suficiente para toda la semana.  Debe de ser un habito tan común a nosotros que el comer nuestro pan cotidiano.  Yo recuerdo, siendo muy joven de 18 años, trabajaba en un taller donde había puros inconversos, hombres muy metidos en el pecado, que con buena gana me habían metido es sus placeres, sus costumbres.  Había hecho costumbre, sugerencia de un hermano mayor, de memorizar un versículo de los evangelios cada día.  Creo que era esto que me guardó de la suciedad de que yo estaba rodeado todos los días.

 

Este estudio se ha hecho largo.  Continuaremos, Dios mediante, la semana que viene con Refidim, agua de la roca.

 

Su hermano solo por gracia, Felipe Fournier